miércoles, 17 de marzo de 2010

Un recuerdo

Prendía el cigarrillo con la misma delicadeza de una mujer, muerta por dentro, y los fuelles de mi remera quedaban a la vista de muchas miradas asesinas. No parecía importarme mucho, por alguna razón, caminaba y en cada paso retumbaba con fiereza mis pies contra las baldosas de aquella plaza egoísta. Las muertas hojas, caídas de aquellos arboles tenebrosos, se escurrían entre la melancolía de aquellos adoquines gastados. Un cielo apagado, triste como aquel adiós, y suicida como mi voz. Un paisaje taciturno, una palabra colgada de mi garganta, un cigarrillo consumiéndose, como mi alma intoxicada por un maldito amor parido y este dolor por vos. Podía seguir observando.. pero todo era peor que estar en una típica pesadilla lujuriosa que deja sin aliento al despertar. Recuerdos lúdicos que me torturan, tanto lucubrar sin tener alguna sencilla y final solución para detener esta aguda nota en el piano, de mi corazón. El humo escapaba y danzaba en conjunto con el fresco de aquel otoño. Mis ojos humedeciéndose con cada segundo agobiante que dejaba pasar, las lagrimas de a poco iban acariciando mi cansino rostro y morían en algún instante secadas por la maldad. Lo seco, lo siniestro, la infamia, lo absurdo y entre todas ellas reinando vos. Ordenando, dirigiendo, mandando y matándome a mi. La ceniza del cigarrillo caía paralelamente que mi cuerpo iba derrumbándose, cayendo, doblándose, muriéndose y olvidándote.
El cigarrillo había llegado a su fin, era momento de olvidar, y continuar con la revolución de mi persona, de secuestrar aquellos recuerdos y abandonarlos en algún cuarto, presas de miedo y jamás volverían a molestarme. Jamás tendría que volver atrás, lidiando con adversidades de tu persona y escribiendo oraciones de lo mismo.
Finalmente.. seguía con el paso ligero y volvía del ayer antes de morir otra vez.

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